EFECTO ZANDVOORT: UN TEMPLO RECUPERADO EN EL QUE GANABAN LOS VIEJITOS DE BARBA POSTIZA...


El regreso de la Fórmula 1 a Zandvoort tiene algo de reparación histórica. Más allá del influjo de Max Verstappen y la ola naranja que recorre Europa para ver de cerca a su ídolo, que se supone que inundará el emblemático circuito, en estos tiempos modernos -en los que los inversores cuentan más que la prosapia deportiva-, no deja de ser estimulante que la máxima categoría del automovilismo retorne a un lugar rebosante de vívidas memorias.

Es cierto que el lugar cambió, que la pista no es la misma, que quizás este dibujo actual sea una pobre sucesión de aquel fabuloso trazado (diseñado por John Hugenholtz, el holandés que en los ’60 pergeñara la traza de Suzuka, en Japón), que dejó de frecuentarse en 1985. Pero algunas cosas no cambian nunca en Zandvoort: la única tribuna techada, la fabulosa curva Tarzán, la horquilla Hunzerug… Y los fanáticos: el circuito holandés a orillas del Mar del Norte siempre fue uno de los preferidos en territorio europeo.

Conocí Zandvoort en 1995, como parte de un gran viaje deportivo que incluyó también el Dutch TT en Assen. Pero ví por primera vez sus curvas marginadas por la arena en 1972, en la pantalla grande del viejo cine Atlantic de la avenida Belgrano, adónde me llevaron a ver un reestreno de “Grand Prix" el filme que John Frankenheimer rodo allí (entre otros circuitos) en 1966. Su cercanía con la playa me llamó mucho la atención. Para entonces ya sabía yo que Zandvoort tenía algo de melodramático…

Ese asfalto huele a grandes momentos en la historia de la Fórmula 1. Allí, en 1977, Niki Lauda prácticamente selló su segundo título mundial, lo que constituía una hazaña teniendo en cuenta que un año antes había estado a punto de perder la vida en Nurburgring.

Allí, en 1955, Juan Manuel Fangio elaboró una de sus victorias menos conocidas, justo una semana después de la enorme tragedia de Le Mans.

Allí consiguió, en 1961, su primera victoria la British Racing Motors (BRM) con el sueco Jo Bonnier al volante.

Allí sufrió la tragedia Frank Williams por primera vez; mucho antes de Ayrton Senna, entre las dunas cayó, en 1970, el primer piloto que Williams tuvo en F-1: Piers Courage.

En las arenas de Tarzán se enterraron las aspiraciones de título de Carlos Reutemann, en 1981, y de Alain Prost, en 1983. Lamentablemente solo el francés tuvo revancha. 

En Zandvoort y bajo una lluvia eterna pelearon dos grandes ases del agua el GP holandés de 1971. Volver a ver en youtube a Jacky Ickx y a Pedro Rodríguez disputarse la vanguardia es un placer ineludible.

Los fabulosos Lotus 79 de Mario Andretti y Ronnie Peterson señalaron allí su último 1-2 del ’78: la carrera siguiente fue Monza…

Gilles Villeneuve protagonizó allí una de las páginas más desafiantes de la era moderna de la F-1, en 1979, al intentar llegar a boxes en tres ruedas para reparar su Ferrari 312T4 y seguir dando batalla. Cuando logró alcanzar su destino, faltaba la suspensión completa… 

En 1975, un jovencito inglés que daría mucho que hablar logró entre las dunas su primer triunfo en la Fórmula 1: era James Hunt, que un año y medio después lograría su único título mundial. Curiosamente, en aquella carrera venció incuestionablemente al campeón mundial, el propio Lauda; diez años después, el austríaco logró allí su último triunfo en la categoría. 

Pero uno de los momentos más histriónicos de la historia de la Fórmula 1 tuvo lugar allí, en Zandvoort, en los momentos previos al GP de Holanda de 1966:

Jack (Brabham) ya había pasado los 40 y mucha gente en los medios estaba sugiriendo que era tiempo de que pensara en el retiro, que la Fórmula 1 era un deporte para gente joven. Así que, ¿qué hizo Jack? Se calzó una larga barba postiza, tomó el mango de un crique para usar como un bastón, esperó que todos estuvieran en la grilla, y emergió de su box y hobbles despacito hasta dónde estaba su auto. ¡Los fotógrafos tuvieron su día de campo! Su victoria, por supuesto, fue la frutilla del postre, porque demostró que estaba lejos de caerse de la cima” (Mike Lawrence, “The Ron Tauranac Story”, Brooklands Books, Surrey, Inglaterra, 2010). 

Ese de Zandvoort ’66 fue el tercer triunfo consecutivo de Jack Brabham en aquel Mundial: le sacó una vuelta al segundo, Graham Hill, y dos giros al tercero, Jim Clark. ¡Qué nombres! En Nurburgring logró la cuarta alegría al hilo y a fin de año se transformó en el único piloto en ganar el campeonato del mundo con un coche construido por él mismo.

Brabham ganó aquel GP a 161,107 km/h de promedio; casi 20 años más tarde, Lauda triunfó a 193,219 km/h. Zandvoort es hoy una pista más condensada, reducida: ¿se podrá girar allí tan rápido como 35 años atrás? Para Daniel Ricciardo, será “supervelocísima”. Con un Jaguar F-1 de 2004, el local Klaas Zwart giró en 2014 a 187,150 km/h. De manera que sí, es perfectamente posible pensar que en este nuevo Zandvoort se podrá caminar tan fuerte como en aquel escenario que la leyenda enmarcó. 


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