EN MÓNACO, LOS DIAMANTES NO SON ETERNOS: CÓMO PERDER 300 MIL DÓLARES EN LA PRIMERA VUELTA DE UN GRAN PREMIO


(La nota original y la historia son de 2004, hace quince años; primero la nota, después el insólito desenlace)
Es la carrera que todos quieren mirar, aunque sea por TV, y la que, en sueños, todos ansían correr, para manejar un auto en un circuito único que cumple 75 años. Es la carrera que nació como respuesta a la soberbia de las grandes naciones europeas y la que le sirvió a la familia reinante para mantenerse a flote ante el bombardeo económico de un armador multimillonario griego. Es el Grand Prix de Mónaco, la joya de la corona de la Fórmula 1, que este domingo disputará su 62ª edición, tres cuartos de siglo después de haber sido creado por un visionario.
¿Quién no soñó alguna vez con acelerar en la subida al Casino, doblar en la horquillita de la vieja Estación, doblar a fondo en el Túnel, encandilarse con las reverberaciones del mar viajando al borde de la Bahía? Mónaco, un circuito especial que sólo se utiliza una vez al año, el domingo posterior al de la Ascensión, fue el fruto de dos años de caminata de Anthony Noghes, el hijo del fundador del Automóvil Club de Mónaco. Y en 75 años, el dibujo que trazó junto a Louis Chiron, el piloto monegasco más prestigioso de la historia, ha sufrido pocas modificaciones desde entonces. La más fastuosa se inaugura este fin de semana.
En 1925, Noghes viajó a París para una reunión de la Asociación de Automóvil Club, un antecedente de la FIA actual, pero las asociaciones de Francia, Alemania e Italia consideraron ridículo el pedido del representante del pequeño Estado de ser considerado un igual. “Para desaprobar sus objeciones –reaccionó entonces Noghes sin saber bien de qué hablaba– puedo informarles que el próximo año verán una carrera internacional en el territorio del Principado, que despertará el interés mundial.”
No fue al año siguiente: durante dos años, Noghes caminó las calles de Montecarlo para trazar un circuito. El 14 de abril de 1929, 17 coches se presentaron a la largada en el boulevard. “Lo más cercano a una carrera de carrozas romanas que se haya visto en años recientes”, opinó la revista Autocar. Había nacido un clásico. Al inglés William Grover y su Bugatti les tomó casi cuatro horas completar 100 vueltas al circuito de poco más de 3 kilómetros. Quince años más tarde, peleando para la Resistencia francesa, Grover moriría en 1944 en manos de la Gestapo.
El Grand Prix resultó una herramienta perfecta para que Mónaco compitiera con la Riviera francesa atrayendo turistas de alto poder adquisitivo, y en los días en los que el príncipe Rainiero libraba una sorda batalla con Aristóteles Onassis por el control del Casino, la principal fuente de recursos del pequeño Estado de los Grimaldi, los ingresos que proporcionó la carrera le permitieron al fin ganar el combate.
Transformado en el reducto del jet-set, el GP de Mónaco es la carrera en la que se congregan la aristocracia y la opulencia, en la que los equipos no sólo compiten por ganar la competencia, sino por el glamour de sus invitados: Jaguar llevará este domingo al elenco completo de Ocean 12, la película que filma la Warner Bro- thers. 

(Publicado en Página/12 el 19 de mayo de 2004)


¿Qué pasó después? Para extremar el valor marketinero de la movida, los publicistas de la película consiguieron adosarle a la trompa del Jaguar R5 del austríaco Christian Klien un auténtico diamante, valuado en 300 mil dólares. 


Ese de 2004 fue el año en que se estrenó la calle de boxes actual en el circuito del Principado, con garages permanentes, que costó cerca de 20 millones de dólares. Por esos edificios pasearon George Clooney, Brad Pitt y Matt Damon, integrantes del elenco del filme, retratándose con Klien y con el australiano Mark Webber, el otro piloto de Jaguar. Glamour puro, químicamente concentrado.
En la carrera se perdió ese sabor, sin embargo: Webber largó desde la duodécima posición pero la transmisión de su coche solo resistió 11 de las 78 torturantes vueltas; Klien partió 14°, tres posiciones por delante del Jordan de Nick Heidfeld; luego de pasar la curva del Casino, Heidfeld circulaba por delante del austríaco, cuando sobrevino el toque. En la curva de Mirabeau, el Jaguar perdió los spoilers delanteros y, sin ellos, Klien no consiguió doblar la curva del hotel, la más lenta de todo el calendario del Mundial de F-1, que se toma a no más de 50 km/h.
El Jaguar siguió de largo e impactó contra las barreras. Con el peor de los resultados: el diamante saltó de su engarce y nunca más fue visto... ¿Se lo quedó un marshall? Jamás se supo. El seguro se hizo cargo del resto: después de todo, la película recaudó más de 362 millones de dólares...

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