El 42° Grand Prix de Mónaco, sexta carrera del torneo de Fórmula 1 de 1984, era la 153a competencia en la campaña de Niki Lauda, de 35 años, dos veces campeón mundial de la categoría con Ferrari y en la búsqueda de su tercer título, esta vez con Mclaren. En cambio, para el joven aspirante Ayrton Senna, de solo 24, esa cita en las calles del Principado era, apenas su sexto GP en la máxima disciplina, con un discreto Toleman. Y su manera de introducirse al fuerte carácter del austríaco no fue la más acertada.
Lauda se sentía un hombre embarcado en una misión delicada: derrotar a su compañero de equipo, el francés Alain Prost, bastante menor y más rápido que él. Había llegado a Mónaco luego de vencer en la cita anterior, en Dijon (Francia), pero seguía seis puntos por debajo de Prost, líder del torneo, en la tabla de posiciones.
El jueves 31 de mayo -treinta y cinco años atrás-, en la primera tanda clasificatoria para definir la grilla de partida, el austríaco que tanto necesitaba un buen tiempo para no partir muy atrasado en un circuito en el que superar rivales era (y es) tan complicado, vivió una frustración.
"Estaba en una vuelta rápida y doblé una curva para encontrarme justo con Senna conduciendo por el medio de la pista", lo cita Malcolm Folley en su libro "Mónaco, dentro de la más grande carrera de Fórmula 1" (Penguin Random House, Londres, 2017).
Con el lenguaje brutal que lo caracterizaba, Lauda encaró más tarde a Senna en los boxes temporarios del circuito.
-¿Sos uno de nosotros?-lo interrogó.
-¿Qué querés decir?-reaccionó Senna.
("Lauda le explicó las exigencias mínimas y el respeto que se esperaban de un recién llegado al escenario más encumbrado del automovilismo mundial, de una manera que no invitaba al debate", explica Folley).
-No podés quedarte durante la clasificación en el medio de la pista.
-Niki. Esta es la manera en que yo soy -quiso cerrar la conversación el joven paulista sin perder su arrogancia. Lauda se fue sin pronunciar palabra.
Tenía asuntos más importantes que tratar. Y sabía que su momento iba a llegar
La clasificación parcial del jueves mostraba tercero a Prost, con 1m23s944. Lauda había marcado 1m24s508, a medio segundo de su compañero, pero un segundo por delante del más veloz, el italiano Michele Alboreto (Ferrari). Para Senna, lo mejor había sido 1m27s865, más de tres segundos más lento que Lauda. Claramente, su respuesta había estado fuera de lugar.
Dos días más tarde, el sábado 2 de junio de 1984, en la sesión definitiva de clasificación, lo que ocurrió fue de manual.
Otra vez el recuerdo de Lauda (op.cit.): "Dí mi vuelta y me mantuve en la pista, esperando. Miraba por los espejos y les hacía señales a los demás, para que me superaran. Entonces ví a Senna saliendo el túnel, aproximándose. Camino a Tabac, frené mi auto delante del suyo. Puse primea y seguí. En los garages esperé a que él viniera esta vez. Vino".
Senna empezó a argumentar que se había sentido muy perjudicado cuando el austríaco lo interrumpió con la contestación más obvia posible.
-Ayrton. Esta es la manera en que yo soy.
"Senna tenía la convicción de que siempre tenía la razón pero yo le demostré que podía hacerle lo mismo si era lo que él quería. Desde ese momento, nunca más tuvimos un solo problema y, de hecho, sostuvimos una relación bastante buena".
Ese sábado, Lauda marcó 1m23s886. Largaría octavo.
Prost volvió a aventajarlo: con 1m22s661, se quedó con la pole position.
Senna solo pudo marcar 1m25s009, casi dos segundos y medio más lento que Prost en piso seco. Su posición de partida era la 13a. Demasiado atrás como para pretender un buen resultado...
Lo que ocurrió aquel domingo arruinado por la lluvia, ya se conoce ampliamente.
Lo que ocurrió a fin de año, también. Lauda ganó su tercer título por apenas medio punto de ventaja sobre el francés. Ese último podio del año, en Estoril (Portugal), lo compartieron el vencedor Prost, el campeón Lauda y el tercero de la carrera... Ayrton Senna.
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