¿Qué estaba fallando en la Ferrari de Sebastian Vettel que lo desconcentró por un instante en la entrada a la curva 3 del circuito Gilles Villeneuve de Montreal? ¿Fueron los frenos, exigidos como nunca antes en la temporada? ¿La necesidad de reducir el fuerte consumo de combustible, generado por la altísima velocidad gracias a la que podía mantenerse delante del Mercedes de Lewis Hamilton? Las órdenes que le llegaron por radio desde boxes ("Take actions!") no dejan dudas al respecto.
La fuertísima tensión que operó sobre el alemán que no gana un Grand Prix desde hace 17 derivó en el escándalo de la sanción. Pero lo cierto es que en ese momento preciso, Vettel se quebró. E intentó no perder la ventaja que tanto le había costado amasar durante todo el fin de semana, sin renunciar voluntariamente a esa primera posición que ya sentía propia por derecho adquirido.
¿Cómo no desmoralizarse? Hamilton chocó el viernes, no marcó la pole el sábado, sufrió en la mañana del domingo con la posibilidad de que una falla hidráulica lo dejara fuera de combate antes de la largada, tuvo problemas incluso en la vuelta previa y, aún así, ¡aún así!, recuperaba el favoritismo para vencer, de nuevo, a 30 vueltas del final del GP de Canadá. ¿No fue el campeón el piloto del día, en lugar de Vettel?
Ferrari encontró en Montreal el circuito más adecuado para las características de su SF90H (bajo drag, alta potencia, escaso número de curvas, dos sectores favorables sobre tres) y se sintió tan cerca de su primera victoria en 2019 que el resultado final debe ser tremendamente frustrante. Dos semanas atrás, en Mónaco, había logrado un segundo puesto -su mejor resultado de la temporada- casi sin haber hechos los méritos suficientes como para lograrlo. En Canadá, en cambio, la Scuderia se sintió despojada del éxito.
Pero lo cierto es que, cuando la competencia alcanzó un nivel de paroxismo como nunca había ocurrido en lo que va del corriente torneo, Ferrari se quebró primero. ¿Fue la presión de Hamilton la que desconcertó a Vettel? Los que leyeron correctamente la segunda práctica libre del viernes sabían que Mercedes podía tener un ritmo de carrera más consistente que los coches italianos. Eso estaba ocurriendo...
Después, la sanción. ¿Fue justa? El reglamento ampara a los comisarios deportivos. ¿Era necesaria? Desde el punto de vista de la salud global de la Fórmula 1, fue inapropiada. En un campeonato tan desbalanceado, una carrera en la que al menos Mercedes jugaba el rol secundario permitía recuperar una importante dosis de entusiasmo para seguir las acciones.
Acaso una victoria de Ferrari y Vettel no habría cambiado el destino del torneo, pero una definición mano a mano sobre el asfalto era mucho más deseable que este final polémico, inclusive para el campeón del mundo. En eso muchos están de acuerdo, ferraristas o no. Fue una de esas raras ocasiones en las que la ley y la justicia van en direcciones opuestas.
Ferrari apeló la decisión de los comisarios, para salvar la ropa de paso. El resultado de Canadá es muy descorazonador para los italianos: ¿qué más hay que hacer para vencer a Mercedes? El "Gilles Villeneuve" es uno de los tres o cuatro circuitos más favorables a los coches italianos en el calendario, y no se pueden dejar pasar oportunidades como esta.
Pero en el final, la lección es una sola: Mercedes nunca se rompe ni cuando parece que está roto. Terminar de aprenderlo se consumió un tercio de campeonato.
Para arriba: Charles Leclerc, por primera vez desde Bahrein en el podio; Daniel Ricciardo, exprimiendo con gran habilidad el tercer motor más potente de la F-1 2019; Lance Stroll, que escapó con una carrera interesante a la frustración que suponen diez Q1 consecutivos.
Para abajo: Pierre Gasly, que otra vez decepcionó corriendo un RedBull; McLaren, fuera de los puntos con Lando Norris (suspensión rota) y Carlos Sainz (perjudicado por las cubiertas); Alex Albon, que nos gusta a todos pero que otra vez volvió a ser superado por su compañero Daniel Kvyat tanto en carrera como en qualy.
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