Podemos discutir hoy quién es el mejor piloto del mundo, pero no tenemos duda de a qué se dedica: está corriendo. En cambio, 105 años atrás, la situación no era precisamente ésa con el chofer más veloz del planeta…
Si querés, discutimos: Lewis Hamilton, Sebastian Vettel, Max Verstappen… probablemente no pase de allí. Este fin de semana, en Francia, se dedicarán a lo que más les gusta: correr en Fórmula 1.
Poco más de un siglo atrás, en cambio, el mejor piloto del mundo manejaba, ¡y cómo!, pero su afán de victoria no tenía que ver con una carrera en particular, sino con un drama infinitamente más terrible. Su conducción estaba vinculada con el objetivo de ganar, no una competencia, sino una guerra…
En 1914, 105 años atrás, pocos de los entendidos dudaban de que George Louis Frederic Boillot (Valentigney, Francia, 3 de agosto de 1884) era el mejor piloto del momento en todo el planeta. Porque el automovilismo era, esencialmente, francés, la gran competencia de aquellos primeras décadas era el Grand Prix del Automobile Club de France (ACF) y Boillot la había conquistado tanto en 1912, en Dieppe, con el fantástico Peugeot L76, como en 1913, en Amiens, con el L5, victorias que lo habían transformado enun ídolo de masas.
De oficio mecánico, de profesión ingeniero, Boillot era uno de los Charlatanes (como lo denominaba el staff superior de la Peugeot), el grupo de pilotos y técnicos que con el diseñador suizo Ernest Henry habían pergeñado en 1912 el L76 (denominado así por su cuatro cilindros en línea de 7,6 litros de cilindrada), una maravilla tecnológica para la época, un salto de suma importancia: era el primer motor en ser dotado con cuatro válvulas por cilindro y doble árbol de levas a la cabeza. Erogaba148 HP (¡un siglo atrás!) y el auto alcanzaba los 190 km/h…
Aquel fatídico año de 1914 pintaba para consagrar al francés. Fue como primer piloto de la marca del León a las 500 Millas de Indianápolis, corridas el 30 de mayo, y su condición de gran favorito solo se degradó con los neumáticos que apenas le permitieron arribar 14°. Los Delage (en este caso, con René Thomas al volante) derrotaron a los Peugeot.
Boillot juró tomarse revancha en el Grand Prix del ACF, programado para el 4 de julio. Seis días antes, el 28 de junio, el archiduque austríaco Franz Ferdinand fue asesinado en Sarajevo (Serbia) por el independentista bosnio Gavrilo Princip, encendiendo una mecha que haría arder a toda Europa, causando 17 millones de muertos a lo largo de la contienda.
Aún con los ejércitos de las potencias europeas en plena movilización para el choque bélico, la Gran Guerra (más tarde conocida como la Primera Guerra Mundial), el Grand Prix se disputó de todas maneras en la fecha planeada, y Boillot se batió agónicamente contra el equipo alemán Mercedes, que había llevado cinco autos a suelo francés.
La carrera duró más de siete horas y aunque el ídolo lideró largamente, el motor de su Peugeot se fundió prácticamente a la vista de la llegada. Mercedes hizo el 1-2-3, con Christian Lautenschlager como vencedor, mientras Jules Goux (otro de los Charlatanes) ubicaba cuarto al primer Peugeot. Franceses y alemanes solo volverían a enfrentarse en lo inmediato en el campo de batalla.
El Grand Prix se disputó el 4 de julio; el 3 de agosto, menos de un mes después, Alemania le declaró la guerra a Francia, y los equipos de competición se disolvieron en el esfuerzo bélico. A Boillot pudo haberle tocado el mejor empleo en dichas circunstancias.
Un siglo atrás, las comunicaciones entre los comandantes y sus ejércitos no eran inmediatas ni aceitadas. No había muchos teléfonos, los telégrafos eran escasamente confiables, las radios pocas y pesadas, y el comandante en jefe de las fuerzas armadas francesas, Joseph Joffre, prefería desplazarse en persona… en automóvil.
Como escribe Max Hastings en su fenomenal libro «1914», «los ejércitos de 1914 estaban equipados para infligir a sus enemigos una atroz destrucción humana y material, pero la tecnología del movimiento era lerda. Peor aún, las masas vastamente movilizadas habían desbordado la habilidad de sus comandantes para comunicarse rápidamente con ellas (…) Joffre odiaba el teléfono como un modo de comunicación del comando. Viajaba cientos de millas en caminos polvorientos, obstruido con tropas y refugiados, para conferenciar con sus generales. Su auto era conducido a velocidades vertiginosa por un ex piloto, Georges Boillot, que se ganó el trabajo por haber ganado en 1912 y 1913 el Grand Prix de Francia; la urgente caravana del comandante en jefe se transformó en una imagen familiar en las retaguardias de los ejércitos franceses».
Joffre disponía, para su desplazamiento, de un Renault de 20HP que Boillot podía conducir a más de 100 km/h por caminos casi nunca pavimentados, con arrojo y hasta con temeridad. Las anécdotas son variadas: se asegura que en una ocasión cruzó Francia en una sola jornada y que otro día, envuelto en maniobras por un regimiento alemán, escapó del cerco con su dignatario pasajero a toda velocidad.
Poco más de un siglo atrás, entonces, Boillot cumplió un destacado rol trasladando a Joffre en las vísperas y durante la Batalla del Marne, librada en setiembre de 1914. Aquella batalla frenó a los alemanes, evitando que tomaran París, en un choque que sentó más o menos los lineamientos del conflicto, una prolongada guerra de trincheras con la línea del frente en territorio francés, hasta su finalización en 1918.
Boillot nunca más volvería a correr. Una vez que el frente se estabilizó y el comandante en jefe consideró que no lo reclamaba la urgencia para dar órdenes a sus generales, eligió un chofer más prudente para su gusto. Se lee en el New York Times del 4 de enero de 1915 el siguiente cable:
«PARIS, Jan.3.–El Intransigente informa que el general Joffre recientemente eligió un nuevo chofer, un reservista llamado Edmond Theodore, de Niort, que hizo la conscripción como mecánico naval. Su antiguo conductor era Boillot, el famoso piloto, cuyo afán por gratificar la afición del General por la velocidad lo llevaba a tomar riesgos innecesarios».
Sin trabajo como piloto de autos, Boillot se volvió piloto… de avión. El Aero Club de France le había dado un certificado de aviador en febrero de 1911, así que sumó a la incipiente fuerza aérea francesa -que ya integraba el eximio aviador Roland Garros– en octubre de 1915 y revistando como subteniente ganó condecoraciones en combate como la Cruz de Guerra y la Legión de Honor.
Pero poco más de un año después de haber asumido un nuevo rol, otra vez peleando contra los alemanes pero ya no en el agotador circuito de Lyon sino en los cielos de su país, su Nieuport se trabó en combate con cinco Fokker del Cuerpo Aéreo del Imperio Alemán, sobre el río Meuse. Un Fokker cayó antes de que lo derribaran. Murió ese día, el 21 de abril de 1916, en un hospital de Vadelaincourt.
"Su muerte fue una gran pérdida -escribió su compañero de la escuadrilla n° 65, Jean Navarre– Habíamos estado volando juntos durante una hora, como era costumbre, cuando mi ametralladora se trabó y aterricé para repararla. Boillot me siguió, pero en tierra vio que las reparaciones tomaban mucho tiempo y me dijo: ‘salgo de vuelta. Te veo allá arriba’. Menos de una hora después fue alcanzado por una escuadrilla de cazas alemanes y heroicamente aceptó la batalla. Fue derribado con una bala entre los ojos".
El héroe había tenido una muerte heroica.
Por fortuna, los pilotos de hoy, sea cual sea el mejor, solo tienen que dedicarse a correr.
Nota 1: Otro piloto de avión muerto en la Primera Guerra Mundial fue el italiano Francesco Baracca, que sobre el lateral de su avión había pintado un caballo apoyado solo sobre sus patas traseras, en color rojo sobre fondo blanco. Baracca logró 34 victorias aéreas y cayó en junio de 1918. Su madre, la condesa Paolina Baracca, se impresionó en 1932 al ver correr a Enzo Ferrari y le pidió que luciera el caballo de su hijo en sus autos. Ferrari cambió el color rojo por el negro.
Nota 2: En las 500 Millas de Indianápolis de 1914, además de Boillot y otros 31 participantes corrió Eddie Rickenbacker, que se transformaría luego en el piloto de combate estadounidense más exitoso de la Gran Guerra, en la que combatió entre 1917 y 1918. En 1927 compró el Speedway de Indianápolis, que vendió en 1945 a Anton Hulman Jr., cuya familia sigue siendo propietaria.
0 Comentarios