El McLaren de Lewis Hamilton acaba de superar al Toyota de Timo Glock, imagen capturada con la cámara onboard del auto del alemán. |
(La Fórmula 1 corre este fin de semana en Brasil, allí dónde once años atrás se derrumbó el mito de que "las carreras se terminan cuando cae la bandera a cuadros", y Felipe Massa fue campeón mundial por apenas 40 segundos. Rescato el texto escrito entonces con la reconstrucción de aquellas dos vueltas finales en Interlagos que quedaron en la historia de la máxima categoría)
Eso de que “las carreras se acaban cuando cae la bandera a cuadros” se reveló falso en el GP de Brasil. Lewis Hamilton ganó el título mundial a dos curvas del final cuando lo había perdido dos giros antes: el papel del alemán Timo Glock y la influencia del equipo McLaren.
Eso de que “las carreras se acaban cuando cae la bandera a cuadros” se reveló falso en el GP de Brasil. Lewis Hamilton ganó el título mundial a dos curvas del final cuando lo había perdido dos giros antes: el papel del alemán Timo Glock y la influencia del equipo McLaren.
Las
vueltas 70 y 71 del Grand Prix de Brasil de Fórmula 1 fueron, en palabras del
flamante campeón mundial, “las dos vueltas más duras” de toda
su carrera y también las más excitantes de la historia moderna de la
disciplina. En menos de ocho kilómetros, el piloto británico perdió y recuperó
la corona mundial gracias a las instrucciones que el equipo McLaren le brindó
por radio y no a causa de un presunto “regalo” del alemán Glock, el piloto
de la Toyota a quien los brasileños sindican como el responsable de que su
compatriota Felipe Massa, ganador del GP de su país con una Ferrari, perdiera
el título por apenas un punto. Esta es la historia completa de esa
consagración, reconstruida a partir de los testimonios de los protagonistas.
A seis
giros del final de la carrera, cuando sorpresivamente se largó a llover en
Interlagos, los líderes decidieron detenerse en los boxes a calzar neumáticos
para el agua. Lo hicieron Massa, Fernando Alonso, Kimi Raikkonen, Hamilton (hasta allí
cuarto, una ubicación que le alcanzaba para consagrarse campeón) y Sebastian Vettel. Sin
embargo, Glock, que marchaba séptimo, prefirió no parar.
“Pregunté
por radio qué hacía y me pidieron que no entrara –explicó tras la carrera el piloto
alemán–. Fue la estrategia correcta, porque iba séptimo y si no hubiera llovido
habría terminado en esa posición. Al final gané un lugar.”
Cuando
Hamilton retornó a la pista estaba quinto, una posición que le aseguraba el
título por apenas un punto, con Massa adjudicándose la victoria, pero en
condiciones lejos de las ideales: “Tenía bastante combustible, estaba pesado
–repasó el inglés– y la puesta a punto me permitía ir más rápido en las rectas,
pero no era lo mejor para las curvas y lo mojado. Trataba de cuidar las
cubiertas y que Vettel no me pasara”.
En el
giro 69, Glock fue el más veloz de la carrera, marcando 1m18s688, un tiempo de
vuelta ¡seis segundos! más rápido que el de Hamilton para ese giro.
Entonces
sucedió lo inesperado: al ingresar en la vuelta 70, el Toro Rosso-Ferrari de
Vettel superó al McLaren. Hamilton quedaba sexto y, como en 2007, volvía a
perder el título en la última carrera...
En la
calle de boxes, Ron Dennis, el dueño de McLaren, se preguntó: “¿Cómo puede
ser?”. Y empezaron las discusiones: “¿Le peleamos a Vettel o no?”. Martin
Whitmarsh, el segundo de Dennis, señaló que no podían “correr riesgos con
Vettel, que es un chico joven. Le dijimos a Lewis que lo tomara con calma”. Las
comunicaciones radiales serían decisivas.
En el
cockpit de su McLaren, Hamilton pensaba qué hacer. “Después de que Vettel me
pasó –siguió explicando–, empecé a acelerar para mantenerme cerca suyo, pero tomando
más riesgos. No eran riesgos innecesarios, porque sabía que estaba sexto y
perdía el título por un punto. Lo primero que pensé fue: ‘Tengo que volverlo a
pasar’. Y después empecé a pensar cómo iba a hacerlo, dónde perdía tiempo yo.”
Al revisar los datos disponibles en la pared de la calle de boxes, uno de los
ingenieros de McLaren descubrió que, en el sector medio de la pista, Glock
había marcado un parcial cinco segundos más lento que lo habitual. Sabían que
su Toyota seguía calzado con neumáticos para piso seco y que la lluvia lo
estaba demorando.
Entonces
chequearon el GPS, el navegador satelital, un mapa del circuito que muestra
dónde va corriendo cada piloto. Las cuentas veloces que hicieron en materia de
segundos les permitieron predecir que, si el ritmo se mantenía, Hamilton podría
alcanzar a Glock antes del final de la carrera. Es decir, una vuelta y media
más adelante. Algo así como dos minutos y medio después.
“Le
dijimos a Lewis por radio que no se preocupara por Vettel, que Glock estaba
con gomas para piso seco y era su objetivo, que iba a alcanzarlo en la última
vuelta”, contó ayer Whitmarsh.
Vettel y
Hamilton entraron en la última vuelta, la 71, trece segundos detrás de Glock.
“Yo ya no tenía grip en las gomas traseras”, admitió el inglés. Pese a la
estrategia decidida, en el box de McLaren cundía el nerviosismo. “Empezamos a
preguntarnos: ‘¿Está lloviendo tan fuerte como creemos? ¿Nos va a bastar para
alcanzarlo a Glock?’ –apuntó Whitmarsh–. Seguro que en el auto Lewis era el más
frío de todos nosotros.”
El
Toro-Rosso y el McLaren hicieron casi toda la última vuelta con piso mojado,
separados por no más de un segundo. Para los espectadores en Interlagos, para
los televidentes en todo el mundo, parecía obvio que Hamilton no podía
recuperar el quinto lugar; los hinchas de Ferrari palpitaban el estallido de su
celebración.
“En la
última vuelta, las condiciones estaban imposibles –reconoce Glock–. Era muy
difícil mantener el auto sobre la pista con la lluvia. El auto era básicamente
inmanejable. Patinaba en todas las curvas, no tenía nada de adherencia. Esa
vuelta fue una de las más difíciles que haya hecho en Fórmula 1.”
Para
Hamilton también. Las curvas pasaban y no divisaba al alemán, como le habían
pronosticado por radio. “En la curva 10 me dijeron por radio que Glock iba
justo adelante”, recuerda el inglés. Interlagos tiene 14 curvas y, en ese
momento, Massa cruzaba la línea de llegada y recibía el banderazo. Había
ganado el Grand Prix, delante de su público y, por lo que mostraba la
clasificación automática, Hamilton era sexto. El paulista podía considerarse
campeón mundial.
“Pero yo
no sabía si estaba cerca de Glock y si iba a poder pasarlo”, insiste Hamilton.
“El
equipo me mantenía informado por radio de que Vettel se me estaba acercando
–cuenta Glock–, pero no me dijeron nada de Hamilton. Incluso me enteré de que
Lewis me había pasado ¡recién cuando terminó la carrera! En esa última vuelta
me pasaron tres o cuatro autos...”
En esa
zona de Interlagos, en subida rumbo a la recta principal, donde se precisa
buena tracción y las gomas para piso seco patinan irremediablemente en el agua,
el McLaren llegó a la curva 11, a la izquierda: “Lo vi cuando Vettel lo pasó,
Glock estaba a punto de doblar y yo me metí rápidamente por adentro. En ese
momento me relajé.” Si el box no hubiera influenciado su manejo, su estrategia,
su conducta en la pista a través de la radio, acaso Hamilton se habría
despistado persiguiendo a Vettel.
Trece
segundos detrás de Massa arribó Alonso y luego Raikkonen, a 16 segundos,
completando el podio. De golpe, las pantallas dejaron de mostrar clasificados.
¿Quién es el cuarto? ¿Quién es el quinto? ¿Massa es el campeón? “Tranquilizate,
tranquilizate –le pedía por radio al brasileño su ingeniero, Rob Smedley–.
Necesito chequear a Lewis.”
En la
pista, Hamilton había recuperado la quinta posición y, técnicamente, la
posibilidad de coronarse campeón. Pero en el box de McLaren continuaba el
sufrimiento. “En un momento, a pesar de todos los análisis, me pregunté si la
predicción se había cumplido –acepta Whitmarsh–. Estábamos mirando el GPS, pero
no lo veíamos en la pista. En un momento me cuestioné: ‘¿Lo calculamos bien o
salió espantosamente mal?’”
Pasaron
diez segundos, quince. El cuarto no cruzaba la línea de llegada. Fueron
necesarios 22 segundos después del arribo de Raikkonen para que Vettel se
clasificara cuarto. Y menos de nueve décimas después, Hamilton.
“Estaba
esperando que, al cruzar la meta, el equipo me empezara a gritar por la radio:
‘¡Uuuuh, ganamos el título!’. Pero no lo hicieron, se callaron y entré en
pánico por un segundo”, cuenta el ahora campeón.
El
Toyota de Glock terminó sexto, a 44 segundos de Massa, pero –lo más
interesante– más de cinco segundos por detrás de de Hamilton. En el tramo que iba de la
penúltima curva a la línea de llegada, menos de un ondulado kilómetro de
aceleración y tracción, Glock perdió más de cinco segundos con respecto al
piloto de McLaren. El Toyota había completado la vuelta 69 en 1m18s; la 70, en
1m28s; la 71, en 1m44s. El alemán no estaba cediendo posiciones: le era
imposible manejar su coche.
Completando
su vuelta de honor, Massa esperaba la confirmación de su título. Veía
las tribunas de la recta opuesta, pero no sabía si celebraban o qué. “Pasé la
curva 1 y nada, llegué a la 2 y me pidieron: ‘Un segundo, porque está peleando
con Glock’.” Cuando la Ferrari llegó a la curva 3, la larga Curva del Sol,
Smedley fue lacónico: “OK, lo pasó a Glock así que... Buen trabajo, de todas
maneras, hiciste un buen trabajo”.
Entonces,
Hamilton preguntó por radio: “¿Cómo lo hicimos?”.
“Estoy
seguro de que Glock no lo hizo a propósito –señaló Massa tras bajarse del
podio–. Estaba muy mojado, no tenía las gomas adecuadas, debe haberse pasado en
la frenada.” A Glock, los hinchas brasileños le gritaban: “¡Vendido!”.
Luca Di
Montezemolo, el presidente de Ferrari, el equipo derrotado, admitió ayer con
tono principesco que en todos sus “años de Fórmula 1” jamás había visto “una
definición de campeonato tan increíblemente excitante. Siempre dije que íbamos
a pelear hasta la última vuelta del último Grand Prix y es exactamente lo que
sucedió al final de una disputa brillantemente tensa”, señaló, antes de
recordar que “Ferrari ganó su 16º título de Constructores, el octavo en diez
años”. Maquiavélicamente impecable.
“Es la
definición más excitante desde que tengo memoria –rubricó Ron Dennis–. Amo la
Fórmula 1.”
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