EL DRINK TEAM DE LA FORMULA 1: CON EL ALCOHOL COMO COMBUSTIBLE


Estaba convencido el recientemente fallecido ingeniero Richard Divila (74 años, 50 en el automovilismo, más de 2.500 carreras incluidos 289 GGPP; 30 Le Mans y 5 Dakar) que lo que movía al paddock de cualquier categoría no era el combustible sino... el café. "No confío en la gente que no necesita café para funcionar -reflexionaba- Todo el mundo debería creer en algo: Yo creo en que voy a beberme otro café". 

En época de corrección política y antes de la pandemia, la ingesta de café sustituye en el ambiente de la Fórmula 1 el consumo de otras sustancias más estimulantes. En una época más benévola, no hace tanto, los equipos tenían una máquina de café a disposición en el paddock, y los expertos aseguraban que el que proveía Minardi era -en completa oposición de los autos alineados en la calle de boxes- el más excelso del parque. 

(Tuve la dicha de probarlo en una taza ofrecida nada menos que por el inefable Giancarlo, en la época en la que el emprendedor de Faenza se congratulaba de que su marca era una de las 10 de las que más se hablaba en la Argentina, Tuerito mediante...)


El alcohol en la F-1 parece estar restringido solo a las ceremonias del podio -costumbre que instaló Dan Gurney en Le Mans 1967- y a veces ni siquiera eso. Muy desdibujados en la polvareda de la historia quedaron los Grands Prix del Automóvil Club de Francia disputados en el circuito de Reims-Gueux, en plena zona de la Champagne, carreras en los que el mejor tiempo de los días previos a la competencia no solo se premiaba con la mejor ubicación de largada sino también con 100 o 500 botellas del burbujeante líquido tan abundante en la comarca... Juan Manuel Fangio se las regalaba a los mecánicos, pero Mike Hawthorn producía todo el esfuerzo necesario para beberse la mayor cantidad posible...

(El equipo de Rob Walker, que era heredero de la dinastía licorera Johnny Walker, ganó varios Grands Prix de F-1 con pilotos como Stirling Moss o Jo Siffert; Walker había dejado de correr autos en 1939 como promesa a su flamante mujer, Betty, así que su última competencia fueron las 24 Horas de Le Mans. No solo corrió con traje y corbata sino que solo bebió champán durante la carrera y, cuando el equipo comprobó que quedaba una sola botella disponible en los pits, le sugirió detenerse para compartir la bebida... Walker festejó la idea una vez que cumplió la sugerencia, bebió las últimas gotas y volvió a la carrera, para terminar noveno)


Espumante y patrocinante



Pero hoy no siempre hay champán en los podios. Grands Prix en la zona del Golfo, como los de Bahrein o Abu Dhabi, cuentan con un embotellado especial que huele a rosas pero que no contiene una sola gota de alcohol. Rémora de aquellos festejos del equipo Saudia-Williams en 1979 y 1980, cuyos pilotos -Clay Regazzoni, Alan Jones, Carlos Reutemann- rechazaban el brebaje de Satán en homenaje a sus sponsors árabes.

¿Y el vino? El recordado Gilles Villeneuve lucía un enorme cartelón sobre el pecho de su buzo antiflama: "Giacobazzi". Era una marca de vino lambrusco, ese cosquilleante néctar espumoso que tan fácilmente se consume en las jornadas de la Emilia Romagna. 

No está claro que Gilles lo bebiera, pero Giacobazzi aportaba no solamente el dinero necesario para que el canadiense pudiese ocupar una butaca en Ferrari, sino también mucho insumo al equipo durante aquellos años. El acuerdo entre Giacobazzi y Villeneuve lo cerró nada menos que el propio Commendatore...

(Se lee hoy en la web de Giacobazzi: "una cercana amistad se estableció entre ambas familias y Antonio Giacobazzi fue uno de los pocos amigos cercanos que pudo asistir a la cremación del cuerpo de Gilles Villeneuve y tomar parte en el funeral estrictamente privado. La amistad entre las familias nunca se detuvo y también Jacques, el hijo de Gilles, llevó el nombre de Giacobazzi en su buzo de carreras al comienzo de su campaña. Hoy, el auto de Gilles, una Ferrari 312T4 de 1979, se encuentra en el museo de la familia Giacobazzi en Nonantola" [a 25 kilómetros de Maranello)

Pasta, lambrusco y doce cilindros


Mes y medio atrás publiqué en twitter una fotografía, la que abre esta nota, que parece haber sido tomada en el paddock techado de Long Beach, en el año del primer GP del Oeste de los Estados Unidos, dado que el automóvil que obra de tavola es una Ferrari 312T2. Casualmente, con una de esas máquinas (¿habrá sido la de la fotografía?), Regazzoni venció en esa carrera, derrotando al campeón Niki Lauda por 42 segundos... 

(Era la segunda carrera del año y con un director deportivo nuevo, Daniele Audetto, que todavía no había establecido completamente su autoridad tras suceder al exitoso pero todavía jovencísimo Luca Cordero Di Montezemolo, no hubo órdenes de equipo. En la época Todt-Schumacher no habría habido hesitación alguna. Si Lauda hubiera ganado ese Grand Prix, habría retenido su corona a fin de año, Japón 1976 habría tenido otro desenlace y la apuesta de Bernie Ecclestone a la TV acaso no hubiera dado tantos pingües resultados. Pero esta es una digresión y ése, otro terreno).

En la foto se ve a los mecánicos de Ferrari, entre ellos el calvo Antonio Bellentani, que era su caposquadra, almorzar desprejuiciadamente sobre los laterales de la máquina, con la tradicional pasta y sin que faltase el tinto.

Mecánicos de Ferrari sorprendidos en pleno almuerzo, con una mesa de lujo...gar leyenda

La costumbre en Ferrari era inveterada. Pero se acabó drásticamente en 1987, once años después de publicada la fotografía. Hacía casi una década que el equipo no conseguía el título de pilotos; y para cortar esa infausta racha, Il Commendatore contrató al diseñador de los McLaren campeones con Lauda y Alain Prost, el inglés John Barnard.

En la historia quedó anotado que fue Barnard quien prohibió el consumo de vino en los pits de Ferrari. También se registra un escandaloso episodio en Imola, cuando el ingeniero británico echó a los gritos a un sinnúmero de curiosos que presenciaban la tarea casi que encima de los mecánicos... sin tener en cuenta que entre esos fanático estaba Floriana, la mujer de Piero Lardi Ferrari, el hijo de Enzo; Piero, por entonces, estaba a cargo de la Scuderia. 

Pero Barnard hizo su descargo, y aquí lo tomamos del libro "Performance at the Limit: Business Lessons from Formula 1 Motor Racing" (Performance al Límite, lecciones de negocios de las carreras de Fórmula 1", editado por la prestigiosa Universidad de Cambridge en 2005):

"Cuando empecé a trabajar con ellos en 1987, durante los ensayos, a mediodía, ponían las mesas, colocaban los manteles, una botella de lambrusco o algo en la mesa y todos se sentaban y comían. Pasta, un vaso de vino. Eso era lo que estaban acostumbrados a hacer para el almuerzo. Marco Piccinini, la mano derecha de Enzo, me preguntó: '¿ustedes qué hacían en McLaren?'. Yo dije: 'Bueno, nos arreglábamos con un par de sandwiches y una taza de té. Uno no para, uno come algo rápido y después uno cena a las seis en punto porque después uno tiene que seguir trabajando para estar listo para el día siguiente'. 'Sí, claro, lo pensé. ¿Usted quiere cambiar esto? Porque usted decide si quiere cambiarlo... nosotros podemos'. Y entonces dije: 'Bueno, sí, Marco, deberíamos cambiarlo. Uno no puede sentarse a comer a mitad del día, es completamente irreal, si tenemos trabajo que hacer en el ato, tenemos que estar despiertos'. Y por supuesto la siguiente cosa fue 'John Barnard prohibe el vino'. Un clásico. Aparece Marco y les dice 'Mister Barnard no quiere el vaso de vino, lo siento pero ¿qué puedo hacer? El es el jefe'. Yo pensé 'listo, desde ahora voy a estar vigilándote'. Pero se necesitaba. Eran probablemente cosas como esa, que Enzo sabía que estaban fundamentalmente mal hechas, pero no sabía cómo cambiarlas".

A fin de 1987, sin vino en los pits, Gerhard Berger conquistó para Ferrari los Grands Prix de Japón y Australia. Sobrios triunfos. 

Del podio a las viñas



Sin embargo, Barnard no duró mucho. Su manera de trabajar, diseñando en Inglaterra para que construyeran en Maranello, era "como practicar una cirugía cerebral por teléfono", según Michele Alboreto, piloto de la Scuderia en esos años.

Y Piero Ferrari, el marido de la ofendida Floriana, uno de los mil hombres más ricos del mundo gracias a la cotización en la bolsa de Nueva York de las acciones que le legó su padre, confesó en 2016: 

"El arrepentimiento más grande de la época en la cual me ocupaba del equipo de Fórmula 1 fue la contratación de John Barnard, a finales de 1986. Yo convencí a Enzo, que todavía vivía, de la necesidad de confiar en un gran proyectista extranjero. Pero Barnard nunca se integró a nuestra cultura: fue un error clamoroso. Los genios son probablemente incompatibles con la tradición de la Ferrari".

Stefan Johansson, que dejó Ferrari cuando el diseñador inglés fue contratado por Maranello, posee en las cercanías de San Rafael, provincia de Mendoza, en la Argentina, un pequeño establecimiento llamado Poca Hoja, en la que elabora su propio vino. No es el único expiloto de Fórmula 1 en darse ese gusto, ni el más audaz.

El vino de los campeones



Un emprendimiento mucho más grande, Castorani, que elabora vinos desde 1793, produce el Jarno Rosso, el Jarno Bianco y la Jarno Grappa, entre 23 variedades: pertenece Jarno Trulli y sus socios en Italia

Otro exferrarista, Jean Alesi, cultiva su propio viñedo cerca de Avignon, dónde nació, en el valle del Rhone, en Francia: una caja de su vino puede costar hasta 500 euros.  

Por su parte, Jody David Scheckter, campeón mundial con Ferrari en 1979 -y compañero de equipo de Villeneuve- produce espumante (variantes Chardonnay, Pinot Noir y Pinot Meunier) en su granja orgánica de Laverstock Park, a 100 kilómetros al sudoeste de Londres, Inglaterra. 

Otro campeón del mundo dedicado al cultivo de la vid es Mario Andretti, originario de Pensilvania, pero que posee la finca "Andretti Winery" en el reputado Valle de Napa, en California, de dónde proceden los más finos vinos estadounidenses.

"Nací y me crié en Italia, dónde el vino está sobre la mesa en cada comida. Mi padre hacía su propio vino y le vendía una parte a mis abuelos, que tenían un pequeño hotel y restaurante en la estación ferroviaria. El vino estaba a la orden del día y cuando yo era chico creía que era lo único que podía beberse en las comidas", explica Andretti que entre sus trofeos conserva el título mundial de F-1 de 1978... y dos botellas de Château Margaux 1925.


Kimi y una promesa



Andretti, Scheckter, Alesi, todos se han retirado ya. ¿Qué sucede con los activos? ¿Queda algún piloto en la grilla actual de la Fórmula 1 que haya establecido una duradera amistad con el alcohol?

¡Seguro! Es el más veterano de todos. Kimi Raikkönen (39 años) es dueño de un largo romance con el vodka, lo que ponía de punta los cabellos de Ron Dennis a su paso por McLaren. Cuando regresó a la F-1 en 2012, tras su paso por el Mundial de rally, Gerhard Berger le aconsejó "levantar su pie del vodka e imponerse una mayor disciplina para con el coche".

Pero Kimi da para escribir otra historia: el alcohol lo coloreó, sin duda, pero pudo haber sido mucho peor. Esa historia vendrá pronto. Mientras tanto, un recuerdo de la quincena más alegre de su vida. 

Está claro que beber y conducir son mutuamente excluyentes, y mucho más en la competición. Pero antes los límites eran más difusos. La Mille Miglia de 1952 se ganó gracias a una botella de vino Chianti... 

"De mis pilotos, acaso fue el que consiguió el triunfo más espectacular (en la Mille Miglia). Giovanni Bracco era un conocedor de vinos. Su indomable espíritu agonístico tuvo una máxima exaltación en aquella fantástica Mille Miglia de 1952. Con la Ferrari, Bracco estaba retrasado un par de minutos cuando llegó al control de Florencia. "En Bologna estaremos punteros", le dijo a su mecánico Roffo, que lo miraba con aprensión. Mientras los comisarios le estampaban el carnet de ruta, Gioanin reclamó una botella de Chianti y se lanzó a la conquista de los 100 kilómetros que lo separaban de Bologna. Fue una trepada inolvidable, para quie la vio y para quien la vivió. En Bologna, cuando Karl Kling (Mercedes) supo de los minutos perdidos tras la ventaja que llevaba en Florencia, abrió los ojos estupefacto. (...) Bracco murió en su Biella natal, consumido por la vida intensa y por el placer que le brindaba el buen vino, aún cuando los médicos hacían de todo por prohibírselo"

La anécdota la menciona Enzo Ferrari en su "Pilotos, ¡qué gente!", y la acabó reflexionando de esta manera: "Muchos pilotos, de todas maneras, conocieron el placer del alcohol. En el pasado. Hoy, no creo". 

Otra equivocación... ¿como con Barnard?

27/5


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