PERIODISTAS ONDA TWITTER: REFLEXIONES SOBRE LA CRISIS DEL OFICIO (CON ALGUNAS REFERENCIAS LATERALES A LOS COCHES)

Cuando ni se soñaba con Twitter y el fax era una bendición divina . Eligiendo fotografías con el Flaco Juan María Traverso, en la vieja redacción de la calle Azopardo de la revista El Gráfico, Editorial Atlántida, 1991; atrás, el fallecido Natalio Gorin, 

#periodismoencrisis. Dos hilos de Twitter, reproducidos aquí, con la dinámica de la red pero advirtiendo el peligro de tomarla como standard del oficio. 

(I)

Periodismo adjetivado. En DeporTEA hacíamos ejercicios con los pibes, largas notas sin un solo adjetivo. Salían bien. Pese a la subestimación por el periodismo deportivo.

Me enseñaron y enseñé que se trataba de contar todo, sin prejuicio, para que el lector pudiera formar su propia opinión. Ahora el periodismo masivo parece una religión, dirigida a sus fieles antes que al público.

Veo muchos periodistas encumbrados dedicados al culto a la personalidad (la suya), con constantes autorreferencias y naturalizando sus intervenciones editoriales.

Uno que lo fungen prestigioso presenta a su entrevistado sin decir que es su patrón, el dueño del canal. No solo contrabandean la editorial como información sino que no siquiera te dan la info rmación completa. ¿La ética del púlpito? Bien, gracias.

Por si no se notó, me parece una poronga lo que hacen muchos periodistas en los medios masivos. Dan vergüenza ajena. ¿Tendrían que volver a estudiar? ¡No, tendrían que trabajar como corresponde!

(II)

Lo puso sobre el tapete @cunemolinero, pero es algo que se viene reflexionando de manera colectiva desde hace rato. Muchos periodistas trabajan como si sus posiciones fueran fabulosas cuentas personales de Twitter.

Así fue deformándose el oficio en el último tiempo. Parece que lo importante no es contar, mostrar o difundir información fidedigna, chequeada, sino hacer todo lo necesario para generar likes

No es una cuestión de ego tan deformado como el  Hombre Elefante o sencilla vanidad: la persecución del incremento de seguidores tiene un nada desdeñable interés comercial.  

Pretender ser más popular en las redes no es pecado. Pero podrían serlo aquellos métodos que se emplean para conseguir esos seguidores. A como dé lugar. Otra variante del perverso “lo único que importa es ganar”.

Cualquier periodista puede ofrecer sus seguidores a marcas comerciales, transarlos. La cuestión es el aroma del producto. ¿Qué estás vendiendo? ¿Periodismo? ¿O a veces se mezcla un poco de carne podrida?  ¿Humo solo apto para followers?

Una anécdota que viene a cuento. Un par de décadas atrás, un ingeniero dio un examen para entrar a trabajar en una fábrica. La primera pregunta era: ¿qué fabricamos aquí?

La respuesta parecía obvia: “Autos”. Incorrecto. “Aquí fabricamos dinero. Ese es el fin. Los autos son el medio”. La entrevista terminó allí. Y eso pasa hoy con las usinas de periodismo. En la delicada situación actual de los medios, se extreman los recursos para producir dinero. Lo sé bien. El resultado es que viven en la banquina.

“Che, esa nota es incorrecta. Los datos no son ciertos. El episodio no ocurrió. Bájenla”, le pide el responsable de una sección al editor general. “No, está midiendo muy bien”, fue la respuesta. Nadie me lo contó, ¿eh? ¿Cuántas veces está ocurriendo eso, día a día?

Está tan inundado el periodismo por esa ola de las redes, que las cuestiones se mezclan con pasmosa naturalidad.

Ahí tienen: un superstar pretende que el rating de su programa cayó por culpa de los trolls del otro bando en Twitter. ¿Se había leído tontería semejante? Y del producto que hacés, del periodismo que vendés, ¿qué? ¿Autocrítica?

¿Es que ahora directamente le negamos al público la capacidad de decidir si lo que hacemos es bueno o malo, si vale la pena o no mirarlo? (o consumirlo, ustedes decidan).

Otra anécdota deportiva relacionada con la cuestión. Daniel Passarella fue el mejor futbolista argentino en la defensa que ví en mi vida. Como persona puede dejar que desear, como cualquier ser humano.

Pero fue el defensor qué más goles convirtió en el fútbol argentino. Y al ataque fue siempre. Desde ese lugar, puso en palabras una idea cuya vigencia es absoluta. 

“Los periodistas son los invictos, nunca pierden”. Lo dijo y se toma no como un elogio sino como una merecida crítica. 

Arrogarse periodista no implica poseer patente de corso. Unos cuantos, por lo visto, se acostumbraron tanto a usarla para generar fortuna que  olvidaron lo básico. 5W. Y se nota. Mucho.

Ansían tanto el crecimiento de su cuenta de “me gusta” como el de su cuenta bancaria. No está mal, se insiste. El problema son los medios que se emplean para ello. Y la defensa que se hace desde el cinismo. Como autos construidos con fallas conscientes: ¿estará cerca el Dieselgate del periodismo? ¿Pirincho larga desde la pole-position?

Antes de verme blanco de los trollazos de la red que busquen situarme de un lado u otro de la grieta: no me banco a los periodistas alimentados por el turbocompresor, pero tampoco a los tribuneros ni a los progres autorreferenciales que siempre encuentran una anécdota personal para colar ya sea que entrevisten a un qom, un científico del CONICET o un basquetbolista. 

Y les dejo a ustedes la tarea de numerar los adjetivos de este hilo. Reiteramos (como en los noticieros): a la grieta solo la alimenta el odio. 

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2 Comentarios

  1. Por este lado, los periodistas deportivos , lo que es un decir por que solo existe el fútbol , se inspiran absolutamente en la TV argentina ¡ algunos hasta tienen acento! y con ello en dioses de la opinión no siendo la verdad un atributo importante. Siempre me pareció un estilo de conversación de bar. Pero aquí no estás hablando a cuatro amigos sino a millones por lo que :
    1 La opinión personal mejor guardenla.
    2 La rigurosidad no puede transarse.
    ¡Mira a lo que ha llegado la globalización!

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