En una entrevista dada a conocer por Mercedes dos semanas atrás, lo más llamativo de las declaraciones de Lewis Hamilton pasó completamente inadvertido. Fue ese tramo en el que habló de su necesidad de tomarse, en algún momento, un año sabático, como antídoto contra el desgaste profundo que le producía cada temporada de F-1. Un sentimiento que, aparentemente, le duró unos cinco años. Es una interpretación, pero es probable que hayan sido las duras batallas contra Nico Rosberg las que generaron esa sensación creciente de deterioro. Es lo más llamativo porque no es posible dejar de vincularlo con un argumento que se ha esgrimido con frecuencia para describir las campañas recientes del inglés. En los últimos años, siempre se subrayó el hecho de que Hamilton demora unos meses en alcanzar su pico de rendimiento en cada temporada, como si sus performances fueran creciendo, de menor a mayor, tras un arranque a medio gas.
A las pruebas: en 2017 explotó a partir del GP de Bélgica, en setiembre; en 2018 fue en Alemania, en julio; en 2019, se adelantó a comienzos de julio, en Francia. Pero siempre con cada torneo arrancando en marzo... Ahora, a partir de esta admisión, venimos a darnos cuenta de que, en realidad, lo que ocurría era que a Hamilton no le alcanzaba con el periodo de descanso de diciembre, enero y mitad de febrero, que separan el fin de un torneo con las pruebas previas al siguiente. Que arrancaba el torneo con acumulado cansancio y que esa era la razón por la que le tomaba varios Grands Prix ponerse a punto, llegar al 100 por ciento de sus posibilidades. ///
Lo que abre una incógnita muy atractiva para este torneo 2020 demorado. Pasaron exactamente seis meses desde el 1° de diciembre, fecha del último GP en Abu Dhabi, hasta hoy, lunes 1° de junio (cuando se publica esta nota). En ese lapso de 182 días, Hamilton solo condujo su Mercedes durante exactamente 2169 kilómetros en un lapso de seis días, entre el 19 y el 28 de febrero pasados. Como mucho, doce horas... En cualquier caso, hace tres meses exactos que no conduce su Mercedes de F-1. Es cierto que viajó a Australia para el abortado GP, pero eso sucedió hace ya 75 días. Para Hamilton éste es el parate más largo desde que compite en el Mundial. Otros pueden verlo como algo negativo, como una situación en la que la capacidad y los reflejos se arrumban, se oxidan. Quizás, por el contrario, el campeón lo está aprovechando a su favor. Renovándose. Oxigenándose. Recargando las baterías a tope. Entonces, más allá de las tensiones que pueden generar la pandemia, el distanciamiento social o los graves incidentes que por estos días lo obligan a salir a las redes en defensa de sus convicciones, es probable que Lewis haya descansado más que lo habitual y que, por lo tanto, una vez encendidos los motores y puesto en marcha el torneo, podría alcanzar su pico de rendimiento mucho antes que lo que es costumbre. ¿Qué tal si este año explota apenas arrancado el certamen? /// No hace mucho analizamos en TV las razones por las cuales este raro 2020 podía significar una oportunidad para Max Verstappen. Esos motivos siguen siendo valederos. Pero no invalidan las cartas que maneja el campeón mundial. Por alguna razón, no tan misteriosa, son los dos pilotos que menos se muestran en esta etapa de espesa espera. ¿Significa eso que Hamilton cuenta otra vez con mayores posibilidades que cualquiera de sus rivales para ganar el título? No. Ocurrió hace tres meses y quizás nos olvidamos ya, pero Lewis terminó sus ensayos con un motor roto y mucha preocupación por los recurrentes problemas en ese rubro. En plena cuarentena, el equipo no pudo trabajar para resolverlos, pero no sabemos si en la cabeza de sus ingenieros no está ya analizado el problema y prevista una solución. En poco más de un mes, si los protocolos se aprueban y ninguna sorpresa desagradable viene a profundizar el todavía preocupante escenario de la pandemia, comenzaremos a ver qué Hamilton nosentrega 2020. Y sabremos si, efectivamente, ese era el secreto de Lewis. 1/6
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