EL FANTASMA DE JIM CLARK

Jim Clark en su granja, Edington Mains, dónde moraba la Dama de Blanco...

"¿Jim Clark fue mejor que Fangio? -se preguntó una vez Stirling Moss- Sólo se puede ser el mejor de su tiempo. Jim fue, sin duda, el mejor de su época”. Una época en la que podían suceder episodios como el siguiente:

Reunión en Lotus, 1965. Están presentes los más altos directivos de Ford, discutiendo el programa para las 500 Millas de Indianápolis. Todo pasa por el tamiz de los números y cuando parece haber acuerdo, uno de los ejecutivos de la compañía gira y enfrenta a Clark, que ha permanecido en silencio durante todo el mitín.

-Bueno, lo único que nos falta ahora es tu decisión. ¿Vas a correr esta carrera para nosotros?

Silencio. Clark se estira en el asiento, mira sus zapatos, no contesta.

-¿Cuál es el problema? ¿Los motores? ¿El dinero? ¿Coincide con otra carrera? 

Más silencio. Los ejecutivos comienzan a repasar los ítems, buscando descubrir el motivo de tan embarazosa pausa cuando Clark tosió. 

-Hum… bueno, para ser perfectamente honesto, se trata de mi madre… 

-¿Tu madre? 

-Sí, ella siempre se preocupa cuando voy a Indianápolis porque ha escuchado tantas historias terribles sobre el circuito...

Con su madre Helen, su padre James, y cuatro hermanas mayores que él, Clark creció en Edington Mains, una casa muy antigua, con paredes de piedra de 50 centímetros de ancho, en las afuera de Duns, muy cerca de la frontera entre Escocia e Inglaterra. 

Cuando tenía ocho años, vio una noche a los pies de su cama a una señora mayor vestida de blanco. Por la mañana le contaron que muchos años atrás algo terrible había sucedido en la casa y que la Dama de Blanco perseguía la maldición de la casa. 

"Si la Dama de Blanco estaba suelta, fue bastante discreta. Clark dice que su susurro ha despertado a otros visitantes. Su pedigrí está perdido en el tiempo, pero el conocimiento de su existencia ha pasado de generación en generación de granjeros en la fortaleza de Edington Mains, alguna de cuyas partes se dice que tienen 500 años de antigüedad", se lee en la edición de 7 de octubre de 1963 de Sport Illustrated. 

El compañero de equipo de Clark en Lotus durante 1962, el joven Trevor Taylor, fue visitado en una ocasión en la habitación de huéspedes por la Dama de Blanco. Taylor prefierió prefirió pasar el resto de la noche en el cuarto de Clark, durmiendo en el piso...

En 1964, otro jovencito, Jackie Stewart, y la estrella de rally del momento, el irlandés Paddy Hopkirk (que corría con un Mini Cooper), se quedaron a dormir en Edington Mains. Clark le asignó a Hopkirk el cuarto de la Dama de Blanco… Al día siguiente, le preguntó qué tal había dormido:
-¡Como un tronco! Me tomé unos cuantos tragos y caí frito!

Aunque sí lo amedrentaba atemorizar a sus padres y sentía un franco e inocultable disgusto por Spa-Francorchamps, a Clark no lo preocupaba la Dama de Blanco. Su único fantasma en los Grands Prix de Fórmula 1 era el estadounidense Dan Gurney, a quien el escocés elogia una y otra vez en su autobiografía "Jim Clark al volante", escrita precisamente en Edington Mains entre 1964 y 1965. "Realmente merece el éxito porque es uno de los más talentosos pilotos que hay en las carreras de Grand Prix", subrayó en su autobiografía. 

Jim Clark y su Lotus Elan en Edington Mains, tras haber conquistado su segundo título mundial de Fórmula 1.


Clark murió trágicamente en 1968, a los 32 años. Su madre Helen, que nunca toleró la riesgosa actividad de su hijo, lo tomó muy mal. Su padre James se preguntó por el sentido de la vida: él había sobrevivido milagrosamente a las trincheras de la Gran Guerra y a la captura como prisionero de guerra: solo una mínima parte de su batallón logró volver a Gran Bretaña. Medio siglo después, enterraba a su hijo. En Edington Mains, cuando Gurney concurrió al entierro, Clark Sr. le confirmó que era el único piloto a quien su hijo temía...

ESPECTRAL BROOKLANDS


El primer autódromo del mundo data de 1907, se llamaba Brooklands y estaba ubicado a pocos kilómetros del centro de Londres, 600 kilómetros al sur de Duns. Después de la Segunda Guerra Mundial, durante la cual fue utilizado como base militar, el circuito no se remodeló y pasó a utilizarse en otros menesteres. 

Pero también empezó a reportarse la aparición de una figura fantasmal vestida de piloto, con mameluco blanco, antiparras y casco de cuero. Y el sonido de un motor de competición había sido escuchado por los obreros de una fábrica cercana. La historia se publicó en la “Gaceta de Brooklands” y al leerla, un buen número de seguidores comenzó a aportar sus propias experiencias con el fantasma, a quien habían visto cerca de un cobertizo en el que, muchos años atrás, se guardaba un Talbot 4,5 litros.

Ese auto era propiedad de Percy Lambert, el primer piloto en recorrer cien millas en menos de una hora. El 31 de octubre de 1913 intentó, fatalmente, batir el record mundial de velocidad en Brooklands cuando una cubierta estalló. Le había prometido a su novia retirarse del automovilismo cuando batiera ese record. John Pulford, del Museo de Brooklands, escribió: “Mucha gente ha declarado haber visto su cuerpo sin cabeza vagando por el sitio”. John Wall, miembro de la Brooklands Society, ha confirmado que la puerta superior de la oficina en la puerta principal se abre por su cuenta, “una oscuridad arremolinada y el horrendo sonido de un choque y la fragmentación fue oído por el vigilante del club-house”

Espeluznante, ¿verdad? 

Durante su último año de campaña, en 1997, el piloto australiano Kevin Waldock, que corría en los V8 Supercars, la categoría más fuerte del automovilismo de su país, trabó relación con un fantasma. Un fantasma femenino. Y tanto se entusiasmó con su nueva conquista,que para competir en los 1.000 Kilómetros de Bathurst –la carrera más importante de Australia- mandó poner en su Ford Falcon EF una butaca a la derecha. No porque se corriera con navegante, sino para que el fantasma pudiera sentarse allí y conversar con él durante la carrera. Su copiloto John Smith no dijo nada agradable acerca del peso adicional (de la butaca, claro). Nunca se supo si el fantasma había tomado parte de la prueba o cumplido algún papel relevante en torno a las causas del abandono de la máquina, que no llegó a la bandera a cuadros…

MALDICION INDIA


Para historias de fantasmas en el automovilismo, ninguna mejor que la del circuito de Bolívar. En 1993, el Automóvil Club de Bolívar invirtió 300 mil dólares/pesos convertibles en pavimentar casi tres kilómetros de caminos vecinales para levantar un circuito rutero en el cual organizar carreras de Turismo Carretera. Pero pronto el rumor empezó a correr. El pavimento había sido volcado sobre un antiguo cementerio indio, de la época de la sangrienta colonización de la Pampa bárbara. 

La apertura fue programada para abril. La lluvia y la niebla impusieron otra idea. Se postergó para tres semanas después. Después de una noche de lluvia constante y una mañana de niebla pesada, la carrera de TC volvió a postergarse. Recién se pudo correr el 11 de agosto: niebla, sí, pero no lluvia. Hubo entusiasmo: se programó otra carrera para el 17 de octubre. La lluvia comenzó a derramarse a las 23 del sábado 16 y no amainó. La carrera se suspendió a la madrugada. 

Nueva fecha: 14 de noviembre. La tormenta estalló el viernes 12 y el sábado se decidió, una vez más, suspender la competencia. El domingo brillaba el sol, pero no hubo carrera. La reprogramaron para la semana siguiente. A la medianoche del domingo 21, el cielo rebosaba de estrellas. Tres horas más tarde, diluviaba. Y por quinta ocasión en la temporada, la carrera de TC en Bolívar debió suspenderse. Todo por culpa de la maldición india. 

UNA VOZ EN EL CAMINO


Bobby Isaac, campeón en 1970 de la NASCAR en Estados Unidos, protagonizó un curioso episodio en las 500 Millas de Talladega del 12 de agosto de 1973. En plena carrera, a 20 vueltas del final, sintió una "voz" que lo exhortaba a abandonar la prueba si no quería morir: el superóvalo había sido construido sobre un antiguo cementerio indio. 

Con 37 victorias, 50 pole positions y un título en su haber, y pese a que era el líder de la prueba, Isaac obedeció el llamado. Detuvo su auto en la calle de boxes, sin avisar a su equipo ni explicarles la razón. Solo le dijo al titular de la escuadra, Bud Moore, que le buscara un reemplazante porque él no seguiría conduciendo en la carrera. Corrió a un teléfono público y llamó a su mujer, Patsy. A ella le contó todo el episodio. Y Patsy lo apoyó en su decisión: Isaac no volvió a correr más ese año. 

Regresó a las competencias más tarde en una categoría amateur. Hasta que le dio un ataque cardíaco durante una carrera en el Hickory Motor Speedway, el 14 de agosto de 1977. Tenía 45 años y le faltaban 25 vueltas para la bandera a cuadros.

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