FRANK WILLIAMS: "LOS PILOTOS SABEN QUE LA FÓRMULA 1 ES, EN ESENCIA, UN EJERCICIO DE INGENIERÍA"


(Realicé esta entrevista en ocasión del Grand Prix de la República Argentina de 1996, y fue publicada en el número 3992 de la revista El Gráfico, del 9 de abril de ese año. Salvando las respuestas coyunturales, propias del momento, se me ocurre que es un buena síntesis del pensamiento de Frank Williams, que todavía no era caballero de la Reina y cuyo equipo disfrutaba -sin que nadie lo supiera- de sus últimos años de expansión y dominio en la máxima categoría. Ahora que la deja después de 42 años de actividad, parece un momento apropiado para reflotar aquel compilado de principios. Y también para repasar alguna vieja anécdota sobre cómo se "espía" en Fórmula 1: leyéndola se puede entender porqué Ross Brawn, el actual director técnico de la categoría, aseguraba a propósito del caso Racing Point RP20, que esa era una práctica usual y común...)   

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"¡No photographers!", le grita automáticamente a Andrew Hutchingdon, su "nurse", cuando éste le dice que afuera quedó Oscar Mosteirín, esperando para hacer unas fotos de la charla. El simpático joven, que conduce la silla de ruedas, que la da de beber, que probablemente lo asea y lo viste en el hotel, sale entonces y me deja a solas con él.

Acaso cuesta mirarlo. Hace exactamente diez años, en marzo de 1986, que el atlético Francis Owen Garbett Williams atravesó el pontón de entrada de su calvario personal. La semana que viene cumplirá 54 años, desde hace diez está confinado a una silla de ruedas, sin más movimientos de brazos que el de un espástico, con la voz dejada aunque dulce, como una canción de cuna. Puro cerebro. Febril, intenso, terminante. Abocado a triunfar.

El vestuario es el usual. Pantalón azul, camisa blanca abrochada hasta el último botón, suéter azul claro. Las venas que se hinchan en la sien calva. Este es Frank Williams, está solo ante mí en su silla Kuschall Design suiza y no quiere que un fotógrafo inmortalice el momento. Acaso porque ya llegó a la bandera a cuadros antes de la muerte, pero prefiere ocultar el precio. Abro el papel con las preguntas que he preparado e intento comenzar. Sus ojos profundamente azules me invitan...

-Usted va a todas las carreras. ¿Por qué ama tanto un fin de semana de Grand Prix?

-Amo las carreras, la Fórmula 1 es mi vida desde hace 27 años. Así que un fin de semana de carrera es el clímax, lo mejor de todo aquello que me gusta: la gente, los autos, la actividad en los boxes, la excitación...

-Debe ser difícil para usted estar presente en cada Grand Prix. ¿Cómo se las arregla?

-No tanto. Es difícil quizás en un sentido, para viajar, pero tengo buenos asistentes y vuelo en un avión privado. En verdad me causa más satisfacciones que preocupaciones, lo disfruto.

Tengo que acercarle el grabador un poco más, temo que la sutileza de su voz herida no alcance a registrarse. Pasará cada sesión de entrenamientos, de clasificación, de carrera, mirando el monitor, a un costado de su box, secundado por el fiel Andrew, la escuálida Sandrine -la novia de Jacques Villeneuve- y Ann Bradshaw, la eficiente jefa de prensa de Williams.

-Bueno, ¿será por fin Damon el campeón del mundo?

-Es el favorito, pero yo no especulo con estas cosas, porque descubrí hace muchos años que la competencia que existe en la Fórmula 1 puede llevar a muchas frustraciones. Así que aprendí a no esperar nunca demasiado. Nosotros tomamos cada carrera como viene. En la próxima cualquiera puede ser muy superior, así que más vale estar preparado para lo peor. Desde ese punto de vista, no nos preocupamos demasiado

-¿Por qué eligió a Jacques Villeneuve como segundo piloto?

-No, no, no es el segundo piloto, nosotros tenemos dos volantes en el mismo nivel. Necesitábamos alguien que fuera capaz de ser Michael Schumacher. Alguien que tuviera el mismo talento que Michael. El pedigree de Jacques, su experiencia, sus resultados en el IndyCar -dónde los autos son más potentes y más rápidos- nos hizo pensar que él puede ser el nuevo Michael Schumacher. Sus performances en este inicio de torneo nos provocan un verdadero entusiasmo.



El día de la entrevista, con Damon Hill

Domingo (7 de abril de 1996), 7:50 de la mañana. El Williams de Hill espera una revisión técnica en la calle de boxes. Ross Brawn, director técnico de Benetton, se acerca y lo observa detallada, obsesivamente, durante cinco minutos: la trompa, la suspensión delantera, el cockpit. Cuando se agacha para observar el difusor trasero, debajo del alerón, un mecánico de Williams, sin pedir disculpas, cubre la cola del auto con una lona. A los cinco minutos, Brawn regresa con uno de sus ingenieros, a discutir un aspecto del cockpit: esta vez, los mecánicos tapan todo el auto. Los Benetton van adelante en las pruebas de tanques llenos. La carrera es otra historia...

-Frank, ¿por qué sus autos son superiores a los demás?

-La gente dice eso, pero me parece que lo que pasa este año es que nosotros estamos más preparados, más listos que los otros equipos. Además, por supuesto, el motor Renault es la ventaja más grande.

-¿A quién ve como la principal oposición actual a Williams?

-Benetton, claro, pero muy cerca de ellos están Ferrari y McLaren. Y creo que en la temporada europea van a estar peleando más adelante las carreras.

-¿Ferrari podrá ganar carreras este año (con Schumacher)?

-Sí, pero no sé cuántas...

-¿Por qué prefiere invertir más dinero en los autos que en los pilotos?

-Porque es más barato. Desde el punto de vista financiero, es más predecible lo que vamos a gastar. Y a la larga, tendremos coches superiores. Antes, las conversaciones contractuales con un piloto duraban una hora. Ahora pueden extenderse durante meses. Además, los pilotos saben que la F-1 es, en esencia, un ejercicio de ingeniería.

-¿Qué clase de pilotos le atraen más para la Fórmula 1?

-Me gustaría contestarle de una manera general. A mí me gustan los pilotos que ganan más carreras, pero también me gustan los mejores mecánicos, los mejores autos, los mejores motores y los mejores pilotos. La gente ama a Damon y a Michael porque ganan muchas carreras...

-¿Con cuál de todos los que corrieron para usted se llevó mejor?

-No podría compararlos: tuve a Reutemann, Jones, Piquet, Mansell, todos fueron grandes pilotos, cada uno muy especial como individuo. Alan (Jones) fue nuestro primer campeón del mundo, tenía mucho carácter, mucho humor. Pero eso pasó hace 16 años y, entonces, Alan y Carlos tenían la misma edad que yo y Patrick Head. Ahora con Patrick nos volvimos muy viejos pero la edad promedio de los pilotos se mantiene: yo casi duplico la edad de Jacques. Así que la relación con ellos es diferente, realmente. Todos los pilotos son lo mismo y todos, distintos.

-¿Sigue siendo un buen amigo de Carlos Reutemann?

-Eso espero! Sí, realmente.

-¿Qué ocurrió realmente en Las Vegas en 1981?

-No lo sé. Estaba Nelson Piquet, tuvimos un problema de caja ene l auto de Carlos, Alan Jones estaba en un día particular...

-¿Pero no pasó nada extraño?

-No sé a qué se refiere... Mire, tuvimos un problema de suficiencia y acaso yo no respaldé a Carlos como debía. Nada más.

Patrick Head y Frank Williams en 2007.

-Acaso esta sea una pregunta triste. ¿Siente alguna responsabilidad por el accidente que causó la muerte de Ayrton Senna?

-¡Seguro! Porque nadie sabe todavía la razón que provocó el accidente. En mi opinión, esa causa nunca será suficientemente aclarada, pero sea lo que sea que haya pasado, por la razón que sea, Ayrton Senna murió en un Williams. Y esa es una pesada responsabilidad, que ni yo ni nadie en el equipo, olvidaremos nunca.

-¿Qué prefiere? ¿Esta Fórmula 1 o la de los '70?

-Esta Fórmula 1 es más complicada, más tecnológica, pero es tan atrapante como aquella. Los autos son mucho más rápidos, acaso más difíciles de manejar, pero en definitiva hay tanta diversión como veinte años atrás.

-¿Qué recuerda de aquellos viejos días en la Argentina, cuando llegó con la Fórmula 2 europea y Piers Courage?

-Tengo muchísimos recuerdos, la mayoría muy buenos... Me gusta la Argentina, me siento un amigo de este país. Buenos Aires es una ciudad muy bonita, lo mismo que Córdoba y todos esos lugares donde corrimos. Aquella vez, con la Fórmula 2, recuerdo vívidamente cuando se incendió el Brabham que traía para Carlos Pairetti en el Tobogán. Me acuerdo cuando vine por primera vez con un Williams de Fórmula 1, en 1978...

-¿Y le gusta esta pista?

-Prefiero el viejo circuito n° 15. Era fan-tás-ti-co. Ahora me siento un poco triste porque no podemos correr en esa pista. Esta no tiene curvas veloces aunque, de todas maneras, algunas como Ascari son muy exigentes. No me gustan las dos o tres curvas muy lentas de segunda velocidad -¡vamos, que no son realmente curvas para autos de Grand Prix!- pero en general no es tan mala y la gente aquí es maravillosa...

Este hombre ha cometido el milagro de la fe, el prodigio de no dejarse rendir al borde del colapso total, el acierto de rodearse de talentos que, como Patrick Head, han tomado las riendas y lo han sostenido en la cima. Me envuelve la pena por él mismo quien sumergido en el cuero de su Kuschall Design no podrá alzar siquiera una copa de champán por la victoria.

Me pregunto de qué sirve ganara sí. Pero acaso su vida o tenga otra razón o sentido que el triunfo. Damon Hill gana el Grand Prix. Jacques Villeneuve arriba en el segundo lugar. Suena el "God save the Queen", silbado por el público argentino.

-¿Cuál es su más profundo deseo?

-Ganar carreras. Y los campeonatos del mundo. En este equipo no pensamos en otra cosa.

9/9


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