Bruce McLaren
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Mil novecientos ochenta y cuatro. 1984. George Orwell ha muerto en 1950 pero la sociedad que vislumbró dos años antes en su obra maestra está proyectándose sin pausa hacia el futuro. Sin embargo, por el momento hay terreno para la esperanza.
"La situación es ominosa: un clima atroz, un circuito completamente nuevo y todos los factores desconocidos que ello implica; Alain Prost en super forma, como demostró su poderosa exhibición en Nurburgring, su elevada moral, arropado por el equipo McLaren. Estoy a la defensiva, pero tengo una inmensa ventaja: solo tengo que terminar segundo ene sta carrera para asegurarme el campeonato mundial" (Niki Lauda, "Meine story")
El Campeonato Mundial de Fórmula 1 ha sido testigo de un dominio con escasos precedentes históricos. Lo que ocurre no es inédito, pero nunca ha sucedido a tan alto nivel. McLaren International, el relativamente novedoso esquema con que el emprendedor Ron Dennis ha sacado a flote a la desfalleciente escuadra de Slough, ahora afincada en Woking, siempre en las afueras de Londres, ha conquistado el triunfo en 11 de las 15 competencias disputadas hasta el momento del cierre cumbre. La últimas siete, de manera consecutiva.
Es octubre. Desde julio, cuando Keke Rosberg ganó en Dallas con un Williams, que ninguna otra marca vence en Fórmula 1.
Es una operación casi perfecta. El experimentado Niki Lauda, campeón mundial en 1975 y 1977, retirado en 1979 y vuelto del retiro en 1982, ha logrado cinco victorias a lo largo de la temporada, en Kyalami, en Dijon, en Brands Hatch, en el Osterreichring y en Monza.
El fogoso Alain Prost, su compañero de equipo, lo aventaja por una victoria. Triunfó en Jacarepaguá y en Imola, en Montecarlo y en Hockenheim, en Zandvoort y en el nuevo Nurburgring, pero como el GP de Mónaco solo entregó la mitad de los puntos -en esa lluviosa anécdota que ya todo el mundo conoce-, está detrás de su compañero en el torneo.
Lauda suma 66 puntos. Prost, 62,5.
Si el francés vence el último Grand Prix de la temporada, al austríaco le bastará el segundo lugar para asegurarse su tercera corona mundial. Muy pocos antecedentes hay de ello, entonces: Juan Manuel Fangio (5 títulos), Jack Brabham (3), Jackie Stewart (3). ¿Se concretaría una hazaña? Lauda regresó de la muerte para consagrarse campeón menos de un año después, ¿por qué no podría hacerlo tras dos años de ausencia para gestionar su propia aerolínea?
El 1-2 parece asegurado. Ha ocurrido en tres ocasiones a lo largo del torneo. Para 1984, McLaren solo construyó tres autos, nominados como MP4/2, en base a los chasis de fibra de carbono que la Hércules Aerospace le manufacturaba en California: una operación exótica para la Fórmula 1 de entonces. El MP4/2-1 era el coche de Lauda; el MP4/2-2, el de Prost; el MP4/2-3 fungía como auto de reserva, el muletto. Ninguno se rompió a lo largo del año. Los pilotos cuidaban tanto sus máquinas, tan efectivas, que a mediados de año McLaren dejó de pagar por ellos el imprescindible seguro por rotura. No se rompían.
Era tan grande la ventaja de McLaren -equipados con los fabulosos motores TAG-Porsche V6 doble turbo de casi 1400 HP- que se aseguraron la Copa de Constructores cuando quedaba un tercio de torneo por disputarse.
Con la inversión de la compañía TAG, propiedad de la familia Ojjeh, Porsche había preparado 15 impulsores para toda la campaña. La potencia era tan abrumadora que solía despedazar las cajas de velocidades, diseñadas por McLaren en base al motor Cosworth -bastante menos poderoso- que habían utilizado hasta 1983.
De todas maneras, semejante superioridad no había sido suficiente como para conjurar esporádicos errores de los pilotos que domaban tales máquinas.
En Austria, Prost se despistó y no pudo volver a poner en marcha el motor; podría haber ganado también allí, quitándole un triunfo a su compañero Lauda, cuya caja de velocidades -¡cómo no!- arribó a la meta en deplorable estado. En la calurosa cita de Dallas, golpeó el auto contra el muro y se bajó: bien podría haber continuado hasta los pits para reparar y terminar en la zona de puntos.
Tampoco Lauda fue la infalible computadora que presumía ser: en Mónaco se le caló el motor y en Dallas también chocó como su compañero.
Pero la última cita se producía en un circuito que nadie conocía a bordo de un auto de Fórmula 1. Estoril, un soleado suburbio de Lisboa, era sede por primera vez de un Grand Prix y Portugal recuperaba un lugar en el calendario que había ocupado por última vez en 1958. Y mientras Prost, envalentonado por su último triunfo en Nurburgring, marcaba tiempos para coquetear con la primera fila de la grilla, Lauda en cambio penaba en mitad del pelotón.
"La clasificación es una pesadilla. Todo va mal. Parece una película clase B. Tiempo precioso se desperdicia reparando defectos increíblemente estúpidos. Entonces, probablemente a causa de ello, cometo una serie de equivocaciones. Me aseguro el undécimo lugar de partida para el domingo, Prost larga segundo ¿No se suponía que esta debía ser para mí la clasificación más importante del año? ¿Todo lo que puedo producir es un undécimo lugar?" (Lauda, op.cit.)
"Tengo más posibilidades, porque el trabajo de Niki será muy duro mañana. Deberá adelantar a muchos coches y creo que tendrá problemas porque en este circuito no es fácil pasarlos, ya que el piso no está en buen estado. Si pierdo el título del mundo, el único modo de consolarme será ganando el Grand Prix" (Prost, en rueda de prensa posterior a la clasificación).
"Cuando me despierto el domingo razono así: todos los otros están nerviosos, no hay necesidad de que yo esté igual: no ayudaría en nada. Mis pensamientos se enfocan en mi objetivo: rendir tanto como pueda, olvidar lo que pasa alrededor, que está más allá de mi control y por lo tanto puede ser ignorado; no pensare en términos de ganar -o perder- el campeonato mundial. Ser yo tanto como sea posible" (Lauda)
El austríaco cambia el humor: marca el mejor tiempo en la prueba de tanques llenos, señal de que su auto está puesto a punto como es necesario, pero una inoportuna pérdida de agua obliga a cambiar el motor. Una tarea que poco contribuye a mantener la calma. Sin embargo, quien se come las uñas es Prost...
El 21 de octubre de 1984, la televisión muestra al mundo la definición entre el joven aspirante, subcampeón en 1982 y 1983, y el veterano líder, campeón y leyenda. El Grand Prix de Portugal se sigue con atención especialmente en Maranello: Enzo Ferrari tomará apuntes no solo del funcionamiento de sus dos máquinas, sino también del desempeño de dos jóvenes pilotos que se robarán un párrafo cada uno de la carrera. A uno lo tendrá pronto en su equipo; el otro será una quimera de por vida...
Michele Alboreto, el primer italiano que Ferrari había contratado en una década, larga desde la octava posición; su compañero, René Arnoux, parte desde mucho más atrás. Su lugar en la Scuadra no es sólido ni mucho menos... Nelson Piquet parte desde la pole a bordo de su Brabham-BMW, con Prost segundo, mientras el rookie Ayrton Senna, en su año de estreno en la Fórmula 1, larga tercero con su Toleman-Hart, y a su lado parte el Williams-Honda de Keke Rosberg.
"Veo a Piquet hacer un trompo y me da rabia. ¿Por qué no puede mirar lo que está haciendo? Justo tiene que elegir el día de hoy para arruinarlo todo? Sabe que lo necesito. (Nelson es mi único amigo entre los pilotos y va de suyo que hará todo lo posible para vencer a Prost y ayudarme). Ahora está último y yo tengo la clase de sentimiento que una experimenta cuando tu único amigo repentinamente te deja solo" (Lauda).
Al cumplir la primera vuelta, Rosberg lidera sobre Prost mientras Nigel Mansell (Lotus-Renault) viaja tercero, delante del brasileño que será la némesis del francés durante prácticamente toda la siguiente década. ¿Lauda? Quedó 12°.
Cuando Prost alcanza la vanguardia, en la vuelta 9, Lauda ya está noveno, pero su calvario recién empieza.
"(Stefan) Johansson está delante de mí y no puedo pasarlo porque su Toleman es más veloz en las rectas que el McLaren. Estoy completamente calmo, lo suficiente como para pensar claramente. Si no puedo pasarlo, es porque mi motor no está entregando la potencia suficiente. Estaos llegando a la mitad de la carrera y todavía estoy resoplando detrás de Johansson. No tengo dudas sobre porqué lucha tanto: las cámaras de TV nos siguen y este joven piloto está en el proceso e decidir el resultado del campeonato. Cualquiera hubiera hecho lo mismo en su lugar" (Lauda)
(Observo la carrera desde Buenos Aires. Es cierto, la TV se enfrasca en la lucha, que parece inocua, de Lauda contra el sueco. La diferencia con el segundo lugar se muestra poco, pero sabemos que crece. Las chances de que el título mundial vuelva con el austríaco parecen desvanecerse. Adelante, el gallardo Prost corre una carrera metronómica. Allí no hay posibilidades de ilusión. Es imposible que al francés se le escape la séptima victoria del año. Y siete victorias en un año solo había conseguido Jim Clark en 1963: un piloto que gana siete veces en un campeonato, es la reflexión, no puede no ser campeón mundial. No puede no serlo...)
Todos advierten a Johansson hacerle frente a Lauda pero alguien hace algo más: Il Commendatore Ferrari marca una tilde. Es bravo, es veloz, aprovecha la oportunidad para mostrarse. Seis meses más tarde, el sueco estará corriendo uno de los coches del Cavallino Rampante, en una historia que ya contamos alguna vez...
Lauda comprende, como todos vemos en la pantalla, que se disuelve su chance. Apela a una medida desesperada: aumenta la presión de los turbocompresores de su TAG-Porsche V6 de 2 a 2,5 bar. Consumirá más combustible, sí, y quien sabe si tendrá al cabo suficiente para ver la bandera a cuadros, pero no tiene más sentido languidecer así. En la maniobra para superar al sueco, el alerón del Toleman golpea la rueda trasera izquierda del McLaren. Un momento de angustia. Dos vueltas después, Lauda deja atrás a Alboreto.
Adelante, Prost lidera sobre Mansell y Senna, mientras el motor Honda del Williams de Rosberg se quiebra y el austríaco está cuarto, persiguiendo al brasileño.
Pero no alcanza.
Con este resultado, Prost suma 71,5 puntos; Lauda, solo 69.
En el giro 33 finalmente supera a Senna. Pero su decepción es notable. "Creí que estaba segundo. Pero una señal viene desde los pits: tercero. Una cachetada. Mansell en su Lotus está entre mí y Prost. Y me sacó no menos de 39 segundos, lo que explica por qué no lo veía ni lo sentía cerca... Empecé a dar todo, descontándole de un segundo a un segundo y medio por vuelta. Debería estar bien, pero será apretado".
Por TV se ve distinto. El León parece inalcanzable. Prost es indestructible. Para colmo, Lauda se demora con un grupo de rezagados y pierde seis segundos al cabo. ¿El título está decidido?
"Mi estilo de manejo demanda muy buenos frenos porque freno más fuerte y más tarde que la mayoría y entro a las curvas cuando todavía estoy frenando. Así que siempre uso el juego de frenos más grande posible. En Portugal anduvimos muy bien en clasificación y la carrera lucía prometedora. Pero había solo un juego de pastillas grandes disponible para la carrera y (el director deportivo de Lotus, Peter) Warr decidió que lo usara Elio (De Angelis). Mi mecánico le dijo que no había manera de que pudiera terminar la carrera si no tenía el juego más grande (...) la promesa mostrada en clasificación continuó en carrera y faltando 18 vueltas para terminar corría muy fierte en segundo lugar, apuntando al mejor resultado de mi carrera hasta ese momento, cuando mis frenos fallaron" (Nigel Mansell, "Mi autobiografía").
En TV se aprecia, de golpe, al Lotus negro a muy baja velocidad. Todo el mundo tarda uno o dos segundos en comprender. Mansell no puede seguir. Las puertas del título se le abren al nuevo escolta del Grand Prix de Portugal.
"Estoy segundo, segundo es todo lo que necesito. No, todavía tengo que terminar. Pensando en que antes había aumentado la presión del turbo, empecé a preocuparme. Debo haber gastado mucho combustible. Inmediatamente reduje la presión a 1,8 bars pero tuve que volver a subirla a 2,2 porque Senna empezó a meterme presión detrás. Ajusto mi velocidad a la de Senna. No podría importarme menos lo que Prost hace adelante" (Lauda)
Enzo Ferrari produce otra marca con su tinta violeta. Ese brasileño es muy bueno, no se conforma con el tercer lugar... ¿querrá algún día correr para Maranello?
"Piquet pierde una vuelta, pero se mantiene conmigo, el mero hecho de su compañía me hace sentir bien. Vamos, autito, dulce, dócil autito, no me defraudes. Un par de curvas más, acelero al salir de laúltima sabiendo que cruzaré la línea, con o sin combustible. La bandera a cuadros". (Lauda)
Hace rato que Prost aflojó. La séptima victoria, un record en sí misma, es acaso la más amarga. Dieciocho vueltas atrás, el pit le mostró un lapidario cartel: "Lauda P2". Le gana por apenas 14 segundos. Es la 12a victoria de McLaren en las 16 competencias de 1984. "Las carreras de Grand Prix se han vuelto cada vez más una cuestión de amalgamar varias variables cruciales -motor, cubiertas, chasis, consumo de combustible, pilotos- y a ese respecto, Mclaren estaba muy por encima de toda la oposición", sentenció Alan Henry en su libro "Los años turbo". McLaren suma 143,5 unidades: casi que triplica a su escolta, Ferrari, que logró 57,5.
El McLaren MP4/2-1 del campeón mundial de 1984, Niki Lauda. |
Lauda, 72 puntos, Prost 71,50. Medio punto decide al campeón. Nunca antes, nunca después.
Durante el transcurso de la tarde, reflexionando sobre lo ocurrido, Prost dirá "He demostrado de sobra que soy un ganador nato. Pero además se necesita suerte y Niki la tuvo".
Johansson acabó undécimo, dos puestos detrás de Arnoux; sin embargo, ya lo reemplazará. Alboreto arriba a la bandera a cuadros a menos de medio segundo de Senna; al año siguiente peleará el título mundial con su Ferrari contra el gran perdedor de Estoril.
Prost lloraba en el podio: ganar un GP no era consuelo ni mucho menos tras perder un título... Senna lo miraba con desdén: ¿anticipo de lo que vendría más adelante?.
"Olvidate", le pide Lauda, "olvidate lo más rápido que puedas. Este fue mi año, el que viene será el tuyo. Olvidate pronto de todo esto, solo pensá en lo que viene".
La tensión desaparece del rostro de Prost mientras Marlene Knaus besa a su marido. Una escena inusual en un podio. Ocurrió en Portugal, el 21 de octubre de 1984. Hace poquitos días se cumplieron 36 años de la epopeya.
23/10
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